Más allá del antropomorfismo
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Durante más de un siglo, la humanidad ha estado fascinada con el desarrollo de la robótica y su potencial para lograr nuestro imaginario sobre la máquina antropomórfica, que se parece estrechamente al ser humano. Esto puede habernos llevado a descuidar una trayectoria más profunda y avanzada que está más allá de la máquina antropomórfica, y que se ejemplifica mejor con el smartphone. Un smartphone no se parece en nada a un ser humano, su intimidad se genera a través de procesos como la complementariedad y la prótesis, en la forma como nos complementa y extiende. También por su habilidad para transformar al individuo al cual pertenece. El smartphone en general se transforma radicalmente después de la compra. Nuestra evidencia mostró que estos cambios pueden ser tan amplios que permiten al smartphone expresar la personalidad del individuo. Al examinar el smartphone y cómo se usa, puedes saber que una persona es una profesional consumada, o que otra es un hombre que cultiva un estilo de minimalismo masculino por el cual solo usa su smartphone para lo que considera funcionalmente esencial. A su vez, el smartphone representa entonces los valores culturales más amplios que estos individuos expresan.
Más que solo reflejarnos, el smartphone también nos complementa y extiende. El smartphone se puede convertir en un disco duro extra del cerebro, donde accedemos y organizamos la información, más que tratar de memorizar hechos. Nos ofrece muchas capacidades más allá de lo biológico: extiende nuestro alcance geográfico y nuestra habilidad de socializar, facilita el trabajo y otras actividades. Varias de ellas son conexiones muy personales que vuelven al smartphone un aparato sin precedentes en términos de la intimidad de la relación. Más que el “daimonion” en las novelas de Phillip Pullman, este sentido del sí mismo extendido se siente como esencial y su ausencia puede provocar una ansiedad proporcional.
